De las habilidades visuales que impactan más en la lectura son los movimientos oculares, cuando éstos son irregulares e imprecisos no permiten una entrada consistente y por lo tanto se limita el procesado de la información. Skeffington (1950) decía que aún las interferencias más sutiles con la eficiencia visual, disminuye la automatización del procesamiento visual, debido a que el esfuerzo y la atención dedicada a la función visual interfiere con la comprensión lectora.
De estos estudios se puede concluir que los movimientos oculares deficientes “pueden” contribuir a las dificultades de la lectura, principalmente en la comprensión, ya que los errores que se cometen como, omisión o repetición de renglones, pérdida frecuente del lugar hacen la lectura lenta y laboriosa, así como los errores de sustitución de pequeñas palabras como “le por el” o “se por es”, también encontrados frecuentemente en pacientes con desórdenes de vergencia y acomodación; estas pequeñas palabras son conexiones que influencian notablemente en el significado, así que al desaparecer dichas fallas y aumentar la velocidad, mejora la comprensión de la lectura.
Cuando el niño empieza a aprender a leer y escribir, lo primero que tiene que hacer es reconocer y diferenciar la forma y orientación de las letras y transformarlos en símbolos verbales. Por lo que las funciones visuales más importantes en las primeras etapas del proceso de lectura incluyen la percepción visual de la forma, la apreciación de las diferencias direccionales, la memoria visual y la organización visual-motora para la escritura. La otra área muy importante es la decodificación fonética y conciencia fonológica.
El niño que es incapaz de igualar y discriminar formas y tamaños tendrá dificultad para reconocer formas más complejas como son las palabras y podrá confundir letras y palabras similares como “cama por coma”, “sal-sol”, “las-alas”, “largo por logro”, etc., además, si invierte letras, números, símbolos, (resultantes de una percepción visual espacial inadecuada), omite letras al formar las palabras (baja memoria visual secuencial), la terapia visocognitiva es altamente efectiva para la solución de estos problemas.
Estos pacientes, generalmente muestran retrasos en el desarrollo del lenguaje, defectos expresivos del habla, sustituyen palabras que son similares en significado, pero diferentes fonéticamente como “papi por papá”, por lo que cometen errores excesivos de confusión de palabras, así como deficiencias en capacidades como memoria a corto plazo, dificultad para conseguir la automatización, incluso problemas de hiperactividad, baja concentración y hasta problemas de tipo sicosomático,
Por lo que, es probable que estos niños sean considerados como “disléxicos”, afortunadamente, son muy pocos los casos, ya que la “Dislexia” según investigaciones, es una condición genética caracterizada por la dificultad para igualar las entradas visuales y auditivas de la palabra completa, es atribuida a un déficit en el giro angular del hemisferio izquierdo y no está relacionada a un déficit visual perceptual, sino mas bien a las estructuras que subyacen en el lenguaje. Por lo que no es apropiado etiquetar a un pequeño como “disléxico” por el simple hecho de que presente dificultades para aprender a leer
De manera que el niño con reconocimiento visual y discriminación fonética deficiente no tiene un mecanismo para decodificar efectivamente y tendrá dificultades para aprender a leer y escribir. En estos casos, aunque el entrenamiento visual-perceptual no es suficiente para resolver esta incapacidad, el tratar los déficits en la percepción visual y direccional de la forma y memoria visual, permiten al niño un reconocimiento visual más adecuado y ahí radica su valor y su importancia.
El Optometrista Comportamental debe evaluar tanto la función visual como cada una de las áreas que puedan potencialmente influir en las habilidades de lectura, esto requiere de un estrecho conocimiento entre la función visual y las habilidades de aprendizaje, particularmente de cómo aprendemos a leer, para determinar el grado en el cual la existencia de un desorden visual-perceptual puede contribuir específicamente a la dificultad de la lectura, así como para canalizar efectivamente al niño para intervención psicoeducativa en caso de que él no cuente con la preparación o el personal apropiado para ello.
Puedo asegurar que la terapia visual-cognitiva es efectiva en los casos de dificultad de lectura y escritura, los cuales están estrechamente relacionados a déficits visuales y perceptuales, y cuando otros factores son mínimos o están ausentes, el beneficio radica en un buen diagnóstico.